martes, 30 de diciembre de 2008

¿EL SUEÑO SUDAMERICANO?

LA TRAVESÍA DE RODRIGO

Rodrigo es un joven colombiano que todos los días se levanta a las 6.45 horas para tomar su desayuno habitual, avena, leche y tostadas con mermelada, dice que le recuerdan a las mañanas de domingo allá en Buenaventura Colombia, en donde vivía con su madre, abuelos maternos y un tío llamado Rubén.

Este joven alegre, de veintiséis años, de piel oscura, metro ochenta casi, mirada franca, y su característico acento caribeño, obviamente lo hacen destacar entre el resto de las personas que trabajan con en en la empresa S.G. (Servicios generales), empresa que le presta servicios de limpieza a sodimac Antofagasta. Sus compañeros lo tratan de una manera especial ya que es uno de los pocos colombianos que no se molestan cuando le dicen “negro”, allá en Colombia les dicen negros a las personas que tiene buena voluntad, al principio pensé que era por eso, pero a los dos días, cuando empecé a trabajar, me di cuenta que era distinto a los demás” comenta entre risas mientras un sonriente compañero le grita “güena king áfrica”, quien grita esta broma es su compañero Gerardo Estay, trabajador de planta de la tienda Sodimac del mall Plaza Antofagasta.


Luego de unos minutos de conversación, Rodrigo comienza a recordar los motivos que lo trajeron a trabajar a Chile, “en Colombia no había muchas posibilidades de surgir, mira, yo allá trabajaba de cotero, (nombre con el que se conoce a los trabajadores portuarios en Colombia), ese era un trabajo donde corría mucha plata, en un día te podías ganar 180 ó 200 pesos, pero era duro y había que sacrificar horas de sueño”, recuerda mientras respira profundo.


Cuando Rodrigo era cotero en el puerto de Buenaventura, una noche cargando camiones, se le quedó la mano derecha atrapada entre el camión que cargaba y el conteiner que estaban desocupando, el y sus amigos gritaban, pero el camión era demasiado largo como para que el conductor lo escuchara, “me tomó la mano y yo hacía fuerza para el otro lado, y mientras más tiraba más me apretaba y dolía tanto que en un momento ya ni sentía la mano, solo quería sacarla de ahí” recuerda este joven que a la vez muestra su mano a los presentes en la conversación, que son sus amigos de la tienda Sodimac del Mall Plaza Antofagasta. Pero qué pasó después le pregunta una intrigada Margarita, compañera de trabajo, quien está conmovida por el relato de este joven colombiano, “bueno ahí no se como tirando tirando, hasta que en un momento zafé y me vi la mano toda aplastada así, los dedos todos chuecos, y toda la mano hinchada”, relata el joven saciando la curiosidad de su compañera que lo escucha con una atención que saca carcajadas entre los presentes, “ahí un amigo me echó ron y seguimos trabajando aunque me doliera la mano, la cosa es dura ayá, por plata aguantas todo” remata su relato.


Rodrigo ahí tomó la decisión de no trabajar más como cotero, y comenzó a buscar otras alternativas de trabajo en su ciudad, al no encontrar nada se puso en contacto con un primo que vive en Coquimbo, el le hizo el contacto para que viajara a Santiago donde un amigo que le daría trabajo como cargador en una cadena de carnicerías, Rodrigo se embarcó en el primer bus que encontró para Chile y comenzó un periplo de once largos días sin mucho para comer y casi sin dinero en los bolsillos. Cuando llegó a la frontera de Perú con Chile, la policía chilena le exigió mostrar un contrato de Colombia para poder pasar, “pero en la situación que estaba de adonde”, consigna en su relato, así que tuvo que dar un tour por Bolivia y parte de Argentina antes de entrar a Chile por el paso Los Libertadores. Una vez llegado a Santiago sin más que cien dólares y los sueños de un joven inmigrante, comenzó a llamar a la persona que le daría trabajo, la que como en muchos casos lo contactó, le pidió un poco de dinero “para ubicarme en la carnicería”, pero como ya supone desapareció.


Al verse sin dinero trató de contactar a su primo, quien también desapareció del mapa, buscó alguien que lo ayudara y encontró a un colombiano dueño de un restauran en pleno centro de Santiago quien le dio trabajo por unos días y le dijo que mejor se viniera al norte, por que aquí es donde hay más trabajo.


El joven trabajó dos emanas y se vino, la vida le sonrió, “encontré trabajo en dos días y además me encontré con compañeros de trabajo de otro países que habían pasado experiencias duras también, lo que me ayudó a perder el rencor contra mi primo principalmente” dice el moreno joven que ya lleva casi cuatro meses en Antofagasta y que pretende estudiar inglés o manejo de maquinaria pesada, para aumentar su calidad de vida. “Mi sueño es de aquí a cuatro años estudiar algo que me de mejor nivel y luego si es que puedo hacerlo, antes de los treinta irme a vivir a Canadá”, expone su sueño el alegre Rodrigo que aparte de trabajar en Sodimac, también lo hace en la tienda París del Mall Plaza Antofagasta, lugar desde el cual se retira a su casa más o menos a las diez de la noche.




LA OTRA CARA DE LA MONEDA:


Mauricio Gonsalves, es ciudadano brasileño, el llegó por negocios a vivir primero a Santiago en 1992 como representante de una gran empresa brasileña, se instaló con su empresa de mecánica industrial y luego emigró al norte en busca de la posibilidad que le permitiría llenar aún más sus arcas, en 1998 comenzó prestar servicios a Codelco en su división Chuquicamata, y a La Negra. Minas de la zona con las cuales tiene un vínculo de años, “con Chiqui he trabajado desde el 98 y con La Negra desde 2003, han resultado ser dos buenísimos negocios para mí”, comenta contentísimo el empresario paulista.


Este oriundo del país de la samba recuerda que se vino como representante de la marca Consul en 1992, empresa de electrodomésticos en la que el trabajaba en Brasil, el no pasó precariedades como Rodrigo, el colombiano de Buenaventura, llegó a vivir con muchas comodidades en la comuna de La Florida, hasta que se independizó en 1994, “ya estaba aburrido de tener que tomar decisiones en concuerdo con otras personas, yo quería crear mi propio destino y hacer mi propia riqueza”, comenta con algo de arrogancia este señor de 54 años y una voz muy ronca, por el abuso de tabaco en su vida, “de verdad que me arrepiento de haber fumado tanto, ahora no puedo disfrutar de jugar con mis nietos y menos jugar fútbol con amigos, la salud no me lo permite”, se lamenta el empresario.


Mientras da a conocer su historia desde que llegó a vivir a Chile con un sueldo que le aseguraba bien estar económico, pero aún así no se sentía bien, por lo que comenzó a ayudar a instituciones de beneficencia como El Hogar de Cristo, y la fundación Las Rosas, “creo que los ancianos merecen toda la atención del mundo”, destaca en medio de la conversación Mauricio, quien con esto recuerda la muerte de su abuelo en Sao Paulo en el 1975 cuando el tenía 22 años, “mi abuelo murió de pulmonía” y nos explica que por eso no quiere que los abuelitos que están en las calles mueran por causas “totalmente evitables”, reflexiona después de respirar profundo.


La historia de Mauricio Gonsalves dista mucho de la vida de Rodrigo, quien no tiene un contrato legal, ni días libres, ni una jornada laboral que le permita hacer muchas amistades fuera del trabajo. Mauricio tiene tiempo de sobra para compartir con su familia, relajarse y estar con sus amigos.


Mientras Mauricio tiene dinero hasta para hacer beneficencia, Rodrigo hace maravillas para mantenerse a duras penas en una pieza arrendada junto con un amigo y mandar dinero a su madre en Buenaventura.

1 comentario:

Unknown dijo...

En general se evidencian varios problemas en la redacción y calidad de la historia. No pasa de ser un relato de dos historias de vida sin apuntar valor informativo. ¿Cómo podemos definir la idoneidad de las fuentes si aparte de los dos protagonistas de la historia no habla nadie más? No hay cifras, no hay estadísticas, no se dice nada en extranjería.
El momento de la historia no se consigue del todo y persisten varias faltas de ortografía.
Apropiación de estilo: 2
Calidad de la narración: 2
Aplicación de conceptos: 2
Idoneidad de las fuentes: 2
Valor Informativo: 2
Momento de la historia: 2
Corrección ortográfica y redacción: 1
Total: 13/28
Nota: 3,3
¡No sé quién es el autor de esta crónica!