miércoles, 3 de diciembre de 2008

Calama tierra de sol e inmigrantes

Espejismos laborales en el oasis minero

Calama tierra de sol e inmigrantes

Día a día son más los extranjeros que optan por abandonar su tierra para venir al desierto más árido del mundo, a este oasis llamado Calama, en busca de un posiblemente pseudo sueño americano por mejorar sus condiciones de vida.


Por Alejandro Ledezma H.

(Paralelo 2)

Cuando son pasadas las cinco de la tarde, todos los días en esta época del año, el sol se impone como un brasero sobre la ciudad de cobre con tal magnitud que hasta las rocas parecieran sudar. A esa hora en el terminal de buses de la línea 7, ubicado en el sector norponiente de la ciudad, un grupo de choferes escapa del calor en el casino de su paradero, ayudados por un pequeño ventilador y un plasma de 32 pulgadas donde observan el partido de Colo-Colo v/s Cobreloa por el CDF. Al menos la mitad de los presentes son extranjeros, según comenta el sereno del recinto.

Uno de los choferes se encuentra cómodamente recostado sobre su silla con un
vaso de bebida bien helada para combatir el calor. Su nombre es Sandro, tiene 34 años y proviene de Perú. Su mirada gastada, su postura distante y los tatuados rayos de sol sobre su piel evidencian los dos años y medio que lleva en la ciudad. Comenta que fue la situación económica la que lo trajo a estas tierras ya que lo que ganaba en dos meses en su país, aquí lo puede ganar en una semana. A ratos parece más interesado en la televisión, lo que da la sensación de que no le gusta hablar de su vida. Aun así, de su familia dice que tuvo que dejarlo todo, y con cierta resignación añade: “al principio cuesta un poco… pero luego te acostumbras”.

El partido termina, los choferes despiertan de su trance televisivo y salen a ver cuál es el próximo recorrido que les corresponde hacer.


En el otro extremo de la ciudad, paradójicamente sucede todo lo contrario. Por la salida noreste de Calama, en la ruta que conduce al poblado de Chiu-Chiu. Casi finalizando el barrio industrial se encuentra el terminal de la línea 222 de microbuses. A pesar de estar mucho más alejado que el terminal de la línea 7, su acceso es bastante más sencillo al tener una ruta bien definida, semi pavimentada y sin jaurías de perros bravos merodeando el lugar. Cuando son cerca de las seis y media de la tarde, el calor aún es insoportable. El chofer de la maquina 238, Mario Fuentes de 44 años sale del baño con la cabeza empapada dirigiéndose a su “liebre” ya que debe prepararse para la próxima vuelta. Mientras acomoda los letreros de su recorrido comenta que es de nacionalidad boliviana, aunque vivía con su familia radicado en Argentina. Su paso por la ciudad no era precisamente para buscar trabajo, sino que fue una parada mientras se dirigían a vacacionar a su país natal.

“Mi cuñada me dijo que necesitaban choferes para estas micros. Vine a probar por unos meses, y aquí estoy: a punto de cumplir el año”, dice Mario con bastante simpatía. Pero la verdad no es una ciudad que le agrade, ya que las complicaciones en el modo de trabajar, el trato de algunos calameños xenofóbicos, las condiciones de la misma urbe, y sobre todo, la angustia de estar lejos de sus hijos son motivos suficientes para querer volver a casa. Sin embargo, la principal cadena que lo ata es precisamente el trabajo.

Menciona que ha pensado en la posibilidad de traer a su familia, pero es complicado por el hecho que su hija mayor entra a la universidad el próximo año, y es posible que en sus prioridades no esté la opción de ir a vivir con su padre en un inhóspito desierto. Mario intenta mantener la misma simpatía inicial, pero es evidente en su cristalizada mirada que no es un tema fácil de abordar. Observa su reloj, le quedan cinco minutos antes de iniciar el recorrido. Vuelve a repetir la idea de irse –que según dice, será a fin de año- ya que su familia le importa mucho más que el dinero.

"Las mujeres y los trabajos son fáciles de encontrar, los hijos no”, dice con un tono muy seguro de sí mismo. Enciende el motor, va a retirar la tarjeta de su recorrido y parte con rumbo a la ciudad.

La Otra Cara del espejo

El comisario y jefe de la Policía De Investigaciones (PDI) de Calama, Néstor Sepúlveda, reafirma lo que se observa en las calles de la urbe. Esta ciudad posee altas expectativas económicas y es considerada una gran fuente laboral. Su ubicación en el centro de la minería y la proximidad a los dos pasos fronterizos más importantes de la región -el paso Jama y el paso Sico- provocan que el nivel de inmigración en la ciudad sea mucho mayor que en otros sectores de la región como Antofagasta. Tal como lo demuestran los registros que la misma institución posee respecto al flujo anual por ambos pasos.



Pero la realidad es que no hay trabajo para todos, y esto bien lo sabe Francilena Urillo, una colombiana de 36 años que hace 8 meses, como muchos otros, decidió abandonarlo todo por un sueño que no encontraría. Su mirada es nostálgica y se pierde en el asfalto mientras dice “no es como yo esperaba. Pensé que me recibirían mejor”. Rápidamente su expresión cambia al mirar a la otra mujer que la acompaña y que la está apurando. Las dos colombianas salen de la Gobernación Provincial igual que muchos otros extranjeros que día a día concurren a esta institución o a la PDI para regular su situación que, como explica el comisario Sepúlveda, se debe básicamente a ignorancia por parte de los inmigrantes.


“Ellos creen que es cosa de venir, pedir trabajo y listo”, comenta el comisario, pero es un papeleo un poco más complejo que, además de velar por los intereses propios que posee Chile, también son para velar por los mismos derechos de estos inmigrantes. Es decir, que tengan un buen contrato de trabajo, no sean discriminados ni oprimidos, y que, en el fondo, puedan obtener las oportunidades para cumplir aquel sueño americano que vinieron a realizar en esta especie de tierra prometida.


1 comentario:

Somos los de Informativo 2008 dijo...

Me gusto mucho tu crónica creo que los párrafos están bien distribuidos, es fácil su lectura no provoca aburrimiento y el momento es preciso quizás faltó un poco de pausa de pronto todo ocurría rápido.
Tiene arto valor informativo a pesar de que es un tema ya manejado. el haber conseguido a la PDI como fuente le da mucha mas potencia.

Cariños. Nathalie Morales.