CEMENTERIO DE PESCADORES

El lento fallecer de la pesca artesanal


CEMENTERIO DE PESCADORES

En pocos días los pescadores artesanales recibirán el dinero que les corresponde por los daños del derrame del Eider, aún así sus rostros reflejan la disconformidad por no haber sido realmente escuchados.

Por Daniella Jeria
Paralelo II

El puerto de pescadores de Antofagasta muestra una lánguida tristeza que se manifiesta en todos quienes allí se encuentran y su peculiar aroma envuelve a cualquiera que lo visite. Los hombres sentados mirando el mar esperan que de forma milagrosa las cosas vuelvan a ser como antes, los esqueléticos gatos se pasean entre los restos de unos cuantos pescados y los pocos botes que están en el mar se mecen con lentitud bajo el inclemente sol nortino.

La razón es clara, el 31 de octubre del año 2005 la pesca artesanal fue sentenciada a un largo proceso de retiro, luego de que el derrame de petróleo del barco mercante Eider trajera consigo consecuencias desastrosas para el ecosistema marino y obviamente para el trabajo y sustento de tantos hombres de mar.

Las demandas se han hecho presentes, y tras un largo proceso judicial las partes llegaron a un concilio económico, por el cual los dos sindicatos de pescadores demandantes de la causa recibirán alrededor de un millón setecientos mil pesos por persona, hecho que para los pescadores resulta una burla luego de todos los perjuicios que han sufrido, más aún cuando el 20% de dicha suma corresponde a la comisión para los abogados del caso.

El dinero que los pescadores artesanales recibirán es parte del total que la compañía aseguradora de la naviera dejó en garantía al señor Ricardo Abuahuat, cuyo total alcanzó a $13.295.780.120 los cuales fueron repartidos entre quienes probaron judicialmente ser afectados por el derrame. Las demandas presentadas fueron alrededor de 26, de las que sólo cinco han optado por una conciliación, lo que significa que se ofrece un monto a la parte demandante como compensación.

Las declaraciones de la Corte de Apelaciones se contraponen totalmente a las ideas que los pescadores sindicalizados tienen, pues en aquéllas se da a conocer el poco material que la parte demandante presentó para culpar a la naviera de las consecuencias por el derrame que ocurrió hace tres años, lento e improductivo accionar judicial que las autoridades del ramo atribuyen a los abogados que tomaron el caso, ya que las pruebas existían y eran muchas, pero no se presentaron suficientes para convencer al jurado del estado en que muchos han vivido desde el "desastre", como lo denominan los humildes pescadores.

Costas y ánimos contaminados

A Hector Souza, tesorero del sindicato de pescadores artesanales Bellavista, se le nota en sus vidriados ojos la nostalgia por los tiempos en que salir al mar traía dinero y beneficios a los pescadores, cuando habían buenas y malas temporadas y abundaba todo tipo de peces en el litoral de la segunda región.

Su aspecto deja en claro que es un pescador de los tradicionales, con tatuajes en sus brazos referentes al mar y una mano que tiene un dedo a la mitad, accidente que ocurrió en una de sus tantas aventuras, ya que consideraba que zarpar era una nueva aventura, más que un trabajo diario.

"La pesca artesanal va desapareciendo y los pescadores no nos podemos mantener, realmente esto es un cementerio", asegura el hombre que lleva 37 años en el norte y quien inmediatamente después de salir del colegio comenzó a trabajar en la pesca artesanal, siendo ésto el sustento principal de su familia.

Héctor y muchos otros hombres que han dedicado vidas enteras a la pesca, salen desesperanzados con sus barcazas a lo profundo de las costas, sabiendo que las ganancias no son ni serán las mismas de antes. En un proceso de muchos años su ambiente de trabajo se contaminó no sólo por el derrame del mercante, sino que también por el poco control medioambiental que las autoridades tienen, ya que meses antes del “desastre” se supo que ciertas empresas de la región estaban contaminando el océano con desechos tóxicos.

A poco tiempo de las celebraciones de fin de año esperan recibir el dinero que se reparte entre los aproximadamente 244 pescadores que estuvieron presentes en la demanda. “Lo que nos dan es poco, lo sabemos, pero preferimos ésto a no recibir nada, así podemos saldar algunas deudas”, explica Souza bajando la mirada por un momento, quizá reflexionando en todo lo que ha cargado sobre sus hombros estos tres años.

El pescador levanta nuevamente su arrugado rostro, con una actitud de entereza y con el tono de voz seguro dice “esperamos tener una navidad digna, sería el mejor regalo que podríamos recibir luego de tantas desgracias”.